domingo, 23 de enero de 2011

Nunca choveu ...

Te sientes tan despechada y tan mal que sólo puedes llorar. Es como una de esas películas americanas, excepto por una cosa, tu drama no tiene música de fondo.
Hablas por teléfono con un amigo, lloras, te desahogas, cuelgas y caes rendida en cama deseando que llegue mañana para ir a clase o al trabajo o lo que quiera que se suponga que hagas en tu rutina, para así estar entretenida y olvidarte de todo. Pero mientras deseas que todo eso ocurra estás ahí, tirada en la cama, con la cabeza hundida en la almohada y llorando, llorando de tal manera que parece que te vas a deshidratar ... Y piensas, y es una de esas veces en las que darías cualquier cosa por conseguir dejar de pensar ... Piensas que todo lo que ha ocurrido se podría haber evitado, pero de repente se escucha esa voz en tu cabeza que te dice; "¿de veras ibas a sacrificar tu felicidad por la de otra persona, de verdad merecería la pena?" y respiras y sigues pensando ... Tal vez sea mejor así, el tiempo pasará y todo esto se acabará ... Siempre ha sido así y no conoces a nadie que se haya muerto por algo así. Decides que que vas a aparcar todo y vas a intentar ser feliz por mucho que ahora te duela y por mucho que te pesen los recuerdos ...
Una de las peores cosas de crecer es darse cuenta de que todavía te queda mucho por delante y que este tipo de cosas seguramente ocurrirán más veces ... Tras este pensamiento vuelves a llorar, y lloras porque no te gustaría volver a sentir algo así, ya lo habías sentido más veces, pero claro, ya no te acordabas y verdaderamente, es una mierda. Recuerdas qué es lo que había pasado anteriormente, no pegas ni ojo en toda la noche, sólo te apetece ver películas de amor para sentir lo insignificante que es tu vida, para sentirte aún peor, creo que masoquismo lo llaman ... Pero, te das cuenta de algo, esta vez estás así porque tú lo has elegido, así que no tiene mucho sentido que te pongas mal.
Por fin te quedas dormida y de repente suena el despertador, ese que tanto ansiabas anoche que sonara para volver a tu vida cotidiana, pero, que raaaaaro... ¡ahora mismo lo odias!. Estás demasiado cansada como para levantarte, ya que te has pasado toda la noche llorando y martirizándote a ti misma.
Sacas fuerzas, aún no sabes de donde y vas a darte una ducha, una de esas duchas mañaneras que te despejan de todo pensamiento y cuando por fin terminas de vestirte y te miras al espejo te das cuenta de que tienes unas ojeras enormes y decides ponerte corrector pero ... ¡en qué momento!, se te ha terminado el maldito corrector y te entran más ganas de llorar de nuevo; las mujeres, yo, somos así, cuando estamos deprimidas y ocurre cualquier tipo de cosa que un día normal no nos hubiera importado lo más mínimo este día basta para deprimirnos y llorar aún más. Pero esta vez no, consigues librarte de esas ganas inmensas de llorar que acaban de inundar tu cuerpo de nuevo y te miras al espejo y te dedicas una gran sonrisa a ti misma, una sonrisa que consigue que te de totalmente igual haber dormido tan solo dos horas, o tener unas ojeras más imponentes que las del Conde Drácula, esa sonrisa que consigue que te de igual que esté lloviendo fuera a mares porque ... ¡Nunca choveu que non escampase!, y hoy querida, hoy TE VAS A COMER EL MUNDO ;)

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